Puntos de referencia históricos de la calidad en educación
Los distintos enfoques de la calidad de la educación tienen sus raíces en las distintas corrientes del pensamiento pedagógico. La corriente a menudo llamada humanista – a la que pertenecen filósofos como Locke y Rousseau – considera que los seres humanos son esencialmente buenos y que las desigualdades entre ellos son el producto de circunstancias ulteriores a su venida al mundo, ya que todos ellos nacen iguales.
Esta corriente también estima que cada individuo desempeña un papel esencial en la definición de su propia existencia. Estos principios han inspirado a muchos filósofos de la educación, por ejemplo a los influyentes James Dewey y Jean Piaget, que propugnaron un papel más activo y participativo de los niños en el proceso del aprendizaje, haciendo hincapié en la manera en que los educandos construyen sus propias interpretaciones.
La teoría del behaviorismo condujo a los pedagogos hacia una dirección opuesta. Esta doctrina influyó considerablemente en la reforma de la educación durante la primera mitad del siglo XX.
Parte del postulado básico de que la conducta humana se puede configurar, prever y controlar mediante recompensas y reacciones (por ejemplo, tests y exámenes). Aunque son pocos los especialistas en educación que aceptan en su totalidad los principios del behaviorismo, en muchos países se puede observar la existencia de algunos elementos prácticos de esta teoría en los programas de formación de docentes, los planes de estudios y las formas en que los profesores actúan efectivamente en las aulas.
En los últimos veinticinco años del siglo XX, empezaron a surgir diversas críticas de estos dos planteamientos. Sociólogos de distintas escuelas consideraron que la educación es un mecanismo fundamental para legitimar y reproducir las desigualdades sociales. Asimismo, cuestionaron la idea de que la universalización de la escuela primaria traería consigo un desarrollo igual del potencial de todos los educandos.
Estos pensadores tienden a considerar que una buena educación es el factor con mayor potencial para promover el cambio social.
Los esfuerzos para elaborar ideas alternativas sobre la educación han emanado de las situaciones que viven en la práctica los países de bajos ingresos, y esas ideas se han formulado con frecuencia como desafíos a las secuelas del colonialismo.
Entre los más eminentes defensores de esas ideas nuevas figuran Ghandhi, en la India, y Nyerere, en la República Unida de Tanzania. Ambos propusieron sistemas educativos centrados en la pertinencia cultural, así como en la autosuficiencia, la equidad y el empleo rural.
En la educación de adultos se encuentran también elementos de todos esos enfoques. Algunos autores han hecho hincapié en la experiencia de los adultos como recurso fundamental del aprendizaje, mientras que otros consideran las prácticas de la educación de adultos como un componente de la transformación de los contextos socioculturales, políticos e históricos. Fuente: Libro de Educación para todos “El imperativo de la calidad” de la UNESCO.