Un entorno que no resulte hostil al niño, seguro y saludable

La obligación de dar la primacía al interés superior del niño y de asegurar su desarrollo óptimo exige que los entornos de aprendizaje resulten acogedores, tengan muy presentes las diferencias sociales y sexuales y sean saludables, seguros y protectores.

Aunque las situaciones de extrema pobreza, emergencia y conflicto muchas veces pueden impedirlo, no debe esperarse nunca que los niños asistan a clase en escuelas cuyo entorno sea perjudicial para su salud y bienestar.

Las escuelas deben adoptar medidas para contribuir a la salud y el bienestar de los niños, tomando en cuenta las diferentes necesidades de Éstos. Para ello serán precisas medidas que aseguren la remoción de los obstáculos a la salud y la seguridad por ejemplo, examinando la ubicación de las escuelas, los trayectos entre Éstas y el hogar, otros factores que pudieren causar enfermedades o accidentes en el aula o el patio de recreo y la existencia de locales adecuados para las niñas.

También exige que se establezcan activamente locales, servicios y políticas que promuevan la salud y la seguridad de los niños y la participación activa de la comunidad local. Un entorno saludable debe dar además oportunidades seguras y estimulantes de jugar y divertirse. Fuente: Libro de Un enfoque de la educación para todos basado en los derechos humanos de la UNESCO