Evaluación en el constructivismo pedagógico

No cabe duda que la evaluación educativa es una actividad compleja, pero de igual manera constituye una actividad indispensable y fundamental en la labor docente.

Es compleja porque dentro de un contexto educativo puede evaluarse prácticamente todo: los recursos, la administración, el currículum, la infraestructura, el desempeño docente, y desde luego también, el proceso de enseñanza – aprendizaje.

En esta oportunidad, se abordará de manera directa los asuntos relativos a la evaluación del aprendizaje, desde una perspectiva meramente constructivista.

Cuando se habla de evaluación inmediatamente se asocia a la idea de realizar mediciones. Sin duda, la evaluación implica realizar mediciones, pero también comprende actividades de estimación cualitativa.

Concepción de la evaluación

La concepción de evaluación, que se intenta desarrollar en esta oportunidad implica la consideración de seis aspectos centrales (Miras y Solé, 1990; Santos, 1993 y Wolf, 1988):

a.- La demarcación del objeto, situación o nivel de referencia que se ha de evaluar;
b. – el uso de determinados criterios para la realización de la evaluación, tomando como base las intenciones educativas definidas en el programa;
c.- una cierta sistematización mínima necesaria para la obtención de la información, a través de diversas técnicas e instrumentos;
d.- con base en la obtención de la información a través de la aplicación de las técnicas e instrumentos, la elaboración de una representación lo más fidedigna posible del objeto de evaluación;
e.- la emisión de juicios de naturaleza esencialmente cualitativa sobre lo que hemos evaluado, con base en los criterios que hemos derivado de las intenciones educativas; y
f.- la toma de decisiones para producir retroalimentación, ajustes y mejoras necesarias y substantivas de la situación de aprendizaje.

Función evaluativa

Por lo general, la evaluación ha puesto su interés en los productos observables del aprendizaje, lo que constituye una reducción de la función evaluativa, descuidando los procesos de elaboración y construcción que les dan origen.

Ciertamente, los productos observables, como consecuencia de la intervención pedagógica, son relevantes para la evaluación de los aprendizajes, sin embargo, debe redimensionarse el uso que se haga de ellos.

Debemos preocuparnos porque la evaluación nos permita reconocer información sobre el proceso de construcción de los productos que ocurren en los estudiantes, pues es obvio que a las conductas que demuestran la ocurrencia de algún tipo de aprendizaje subyace todo un proceso de actividades constructivas sobre los contenidos curriculares.

La importancia de la evaluación en la docencia

La evaluación proporciona al docente información importante sobre la utilidad o eficacia de las estrategias de enseñanza implementadas en la clase. De este modo la información aportada por la evaluación le permite realizar un análisis sobre la situación didáctica, en un doble sentido: “hacia atrás” y “hacia delante”.

En el primer caso, estimando las posibilidades reales de la intervención didáctica realizada; la segunda, recomponiendo las prácticas didácticas tanto como sea posible para asegurar la articulación con nuevas situaciones de aprendizaje. Es precisamente aquí, donde cobra sentido entender la evaluación como una reflexión y valoración constante del proceso de construcción de los aprendizajes.

Función retroalimentadora

En este contexto de ideas, no hay que dejar de considerar la función de retroalimentación que debe proveer la evaluación para el docente y para el estudiante, así como para todo el andamiaje curricular.

En el caso del docente, la información proveniente del proceso de evaluación le sirve para tomar decisiones sobre sus propias actuaciones como agente educativo y mejorar las estrategias de intervención didáctica futuras.

En el caso del alumno, la función retroalimentadora debe orientarse a (Alonso Tapia, 1991):

– Para informar al alumno sobre el valor, importancia y grado de éxito de su ejecución, antes de ponerlo al tanto sólo respecto a si fue o no exitoso en el resultado;
– establecer mensajes pertinentes que los alumnos puedan retomar para mejorar su aprendizaje, ejecución y expectativas;
– y por último, la información evaluativa, en la medida de lo posible, no debe ser presentada públicamente porque el manejo inapropiado de ella puede repercutir negativamente en distintos aspectos de la personalidad del alumno: expectativas, autoestima, auto eficiencia, autocontrol, resentimientos, frustración, etc