Evaluar para aprender

La evaluación del producto del aprendizaje, como simple medida de las diferencias entre una norma esperada y un resultado, no da al alumno los medios de superarse. Ahora bien, parece evidente que la pedagogía de las competencias, aún más que una pedagogía transmisiva, implica -y, por cierto, facilita-regulación del proceso de aprendizaje por medio de una evaluación formativa de calidad.

Según los términos del decreto “Misiones”, la evaluación formativa se “efectúa en el curso de la actividad” y tiende “a apreciar el progreso logrado por el alumno y a comprender la naturaleza de las dificultades que encuentra durante un aprendizaje; tiene por objetomejorar, corregir o reajustar el avance del alumno y se funda, en parte, en la autoevaluación”.

Así pues, la evaluación formativa implica una reflexión, un diálogo con los alumnos sobre los resultados obtenidos y los procesos de aprendizaje y de enseñanza que los llevaron a ellos. Aclara a los alumnos y al profesor la eficacia de esos procesos y; llegado el caso, el origen de las dificultades. Desemboca en su eventual modificación, con vistas a una mejora.

He aquí, como ejemplo, un resumen de sugerencias formuladas en el programa de lenguas germánicas de la enseñanza organizada por la Comunidad francesa:

Después de las tareas de comprensión, los alumnos trabajan por parejas utilizando una ficha de balance y de análisis. Se explican en forma mutua los procesos que han puesto en acción para comprender y después intentan -eventualmente con ayuda del profesor identificar las razones tanto de los éxitos como de la no comprensión (falta de vocabulario, contexto poco claro, falta de información sobre el tema, falta de interés en el tema, dominio insuficiente de las estrategias, etcétera).

En la expresión oral, las secuencias filmadas por el profesor y analizadas con los alumnos son un poderoso medio de toma de conciencia sobre la importancia del componente no verbal de la expresión y del empleo de estrategias de comunicación, así como del impacto de ciertas fallas sobre la inteligibilidad del mensaje, de la importancia relativa de los otros.

El proceso lleva, pues, al alumno, a desempeñar un rol importantísimo en el seguimiento de su propio avance, y favorece el desarrollo de su autonomía. En un dominio de las competencias, se supone, en efecto, que el alumno debe realizar por sí solo, tras el proceso de asistencia (coaching), el desempeño final.

Esta aptitud de autoevaluarse es tan determinante que no resulta exagerado afirmar que “debe buscarse como un objetivo de formación, diríase, como competencia por adquirir y por desarrollar“.

Esto implica que los profesores favorezcan las actitudes de toma de perspectiva y de reflexividad, y eduquen para adquirirlas.