Criterios para la posible estructura didáctica de una Historia de la Psicología
El referente del discurso científico-técnico de la Psicología y de sus diferentes perfiles profesionales es el ser humano. Objeto o sujeto son términos igualmente válidos para identificar el referente de la actuación de quienes practican la Psicología.
Ese ser humano concreto que se va definiendo en un cuadruple proceso: el biológico, el ideológico o mental, el cultural y el genético o temporal (de abajo arriba, de arriba abajo, de dentro afuera y longitudinal o históricamente).
Y, en cambio, a la Historia de la Psicología, como materia curricular concreta, se le pide, precisamente, un discurso general. Se construyen, pues, esas interpretaciones globales del devenir de la Psicología, recurriendo para ello a algún/os criterios/ estructurador/es de la narración, y aquí desde luego cabe toda una amplísima, y legítima, gama de opciones.
Sólo así se puede dar cabida en la reconstrucción histórica a las variadas formulas que se han propuesto para definir a la Psicología en diferentes escenarios geográficos y temporales. No basta con estar en óptimas condiciones físicas, ni con tener un nivel intelectual al menos medio, ni con poseer unas destrezas psicomotoras envidiables, ni con tener una gran memoria, la interacción adaptativa con los contextos requiere del apropiado equilibrio y uso autocontrolado de todo ello, algo que sólo propicia un psiquismo sin factores disposicionales o transitorios adversos o sin patologías.
Esto es así porque esas diferencias de énfasis o perspectiva entrañan también opciones ontológicas y epistemológicas a veces muy diferentes, en ocasiones complementarias y en otras excluyentes. Son, en definitiva, puntos de referencia básicos en la delimitación conceptual, tanto del objeto y método de la Psicología, como de la propia disciplina como ámbito diferenciado del saber.
Complementariamente, pueden servir para definir puntos de inflexión en la historia disciplinar. Hará de la conducta manifiesta del organismo un dato imprescindible para sus tratados científicos. Se habla de mente, de fenómenos y/o estados mentales, disposiciones y/o aptitudes mentales, contenidos y/o funciones mentales.
Bajo cualquier denominación, también como alma, espíritu, experiencia (mediata frente a inmediata, consciente frente a inconsciente, dependiente frente a independiente), ha formado parte de la agenda psicológica desde sus inicios. Aunque muchos han hecho de la mente el objeto de estudio de la Psicología, la diversidad en definiciones y métodos aquí es notablemente mayor que la que nunca ha podido darse entre los grupos de psicólogos que toman como referente la conducta.
La amplitud interpretativa de mente va desde la versión empíricointencional realizada por Brentano, hasta las diversas aproximaciones de la Psicología Cognitiva actual, pasando por el inconsciente del Psicoanálisis freudiano y las conciencias definidas por los Wundt, Titchener, James, Mira, Janet, Mercier, Wertheimer, Ortega, Dilthey, Bartlett, etc.
De un modo u otro lo mental ha sido referente obligado en los diversos sistemas psicológicos, que, o bien lo proponían con la denominación que fuera como objeto de estudio de la Psicología, o bien se referían a ella como algo que excluir, por innecesario, de la explicación psicológica.
También aquí, el modo de referirse a la mente depende de la posición epistemológica y ontológica adoptada.
En el esquema aparecen también las situaciones como desencadenantes de la actividad mental y las conductas. Es razonable pensar que estos elementos más holísticos son relevantes para la explicación psicológica ya que los mismos organismos, con un software y un hardware análogos, y ante los mismos estímulos o informaciones físicas, pueden entender y atribuir significados diferentes, incluso contrapuestos, y actuar en consecuencia.
Las situaciones son referentes en la medida en que en la explicación psicológica se reconozca relevancia y se otorgue peso a la realidad, con relativa independencia de la naturaleza y grado de conciencia de dicha realidad y de la base biológica.
Con la introducción de estos niveles están comprometidas muchas de las subdisciplinas de la Psicología que podríamos concebir como sus fronteras interiores: educativa, trabajo y organizaciones, clínica, social, etc.; sin olvidar a la Psicología evolutiva, según se ha intentado indicar con la flecha temporal que señala la evolución individual (psicogénesis y maduración) de este complejo organismo que es el ser vivo.
Más allá de sus interrelaciones e influencias recíprocas, nexos de unión y puntos de confluencia, cada uno de los referentes mencionados define una línea de desarrollo en cierto modo autónoma, que debiera conjugarse con las otras en toda reconstrucción histórica del devenir temporal de la Psicología en cuanto historia de ideas.
No obstante, pueden tomarse otros puntos de partida para pergeñar el bosquejo de una Historia de la Psicología. Uno de gran dramatismo, e indudable gancho didáctico, es atender como punto de partida a la naturaleza de la mente, problema auténticamente nodal de entre los interrogantes hacia los que se ha orientado la actuación de quienes hacen Psicología, y ante el cual, abierta o encubiertamente, toda teoría psicológica se pronuncia.
Los psicólogos de todos los tiempos han hecho de la mente su terreno principal de reflexión y, por ello, se puede hablar de la Psicología como de una empresa intelectual que posee una dilatada trayectoria en el tiempo.
Estas posturas han sido antitéticas, tanto en su definición de lo que es la realidad psicológica (ontología), cuanto en los métodos para investigarla (epistemología), y, por tanto, han supuesto concepciones diferentes del sujeto/objeto de la Psicología (y del propio carácter de ésta como Ciencia o conocimiento) y del modo de estudiarlo, medirlo y/o modificarlo (método).