Persistencia del círculo de fracaso
Al principio es difícil determinar si los tropiezos que sufre una organización son pasajeros o representan una tendencia que durará tiempo. Sin embargo, una acumulación de reveses termina por adquirir su propio peso y afecta a todo lo demás. Una vez se etiqueta a una organización o persona como “fracasada”, le resultará más difícil obtener apoyos y encontrar oportunidades, su marginalización será cada vez mayor y sus resultados peores.
Así sucedió con los Panthers of Prairie View A&M University, un equipo de fútbol americano de Houston, Texas, compuesto por jugadores de raza negra. El equipo tuvo la triste fama de arrastrar la más larga e ininterrumpida serie de derrotas, entre 1989 y 1998. Unos desastrosos y tan prolongados resultados contrastaban con el prestigio académico del que gozaba la universidad del mismo nombre. Una variedad de fuerzas institucionales entrelazadas perpetuaba, con su influencia sobre el equipo, la tradición de fracaso, que se transmitía año tras año a la siguiente generación de jugadores.
La falta de recursos y de confianza predisponía al equipo a perder. Los mejores jugadores se fueron a equipos mixtos, mientras que los Panthers no supieron adaptarse al cambio. A partir de ese momento, el equipo, junto con la propia universidad, se sumió en la crisis: los rectores cambiaban con la misma frecuencia que los entrenadores, el presupuesto para el deporte se recortó y equipo y universidad llegaron a ejemplificar lo que en sociología se conoce como “organizaciones en fracaso permanente” (organizaciones de bajo rendimiento cuya estructura les impide tanto cambiar como abandonar la actividad a la que se dedican). El equipo persistía gracias al apoyo de los estudiantes y a su valor simbólico, pero sin inversiones ni mejoras. En 1990 fue incluso tutelado por un entrenador de golf, mientras los recursos eran cada vez más escasos y los medios de comunicación se mostraban particularmente hostiles. Los demás equipos trataban de jugar lo mejor posible contra Panthers para evitar la humillación de verse derrotados por un equipo tan desprestigiado; por su parte, los árbitros actuaban con más rigidez frente a ellos dando por hecho que nunca podrían vencer.
La situación empezó a cambiar cuando, en 1997, los Panthers recibieron a un nuevo entrenador. Este consiguió dotar a su equipo de más medios, infundirle confianza y exponerlo menos a los medios. Como resultado, el juego del equipo mejoró considerablemente y registraron su primera victoria en el año siguiente, aunque tras ella no lograron iniciar el círculo de éxito porque después continuaron perdiendo. Whittington, ex–alumno de la universidad, para que las cosas cambiaran a mejor.
Whittington infundió al equipo los dos valores que más necesitaba: la profesionalidad y el sentido de pertenencia a la universidad. Así, empezó por enseñarles el himno de la universidad, hizo cumplir el código de vestimenta, consiguió que se encontraran en buena forma física y amplió las oportunidades para que los jugadores reforzasen los vínculos entre ellos. Sin embargo, hubo un momento en que el nuevo entrenador pareció extralimitarse: entrenamientos demasiado agotadores, fuertes discusiones con los jugadores y sanciones excesivamente severas. Los resultados en el campo no mejoraron mucho y el entrenador fue finalmente despedido por una supuesta agresión a dos jugadores.
El círculo de fracaso no lo provoca un factor determinado o concreto (el pesimismo, la falta de comunicación, la indisciplina, etc.), sino una interacción entre elementos económicos, organizacionales, culturales y psicológicos. Fuente: Libro la Confianza por Rossabeth Moss Kanter