Gestión del rendimiento
No podemos hacer que un plan “trabaje” si no trabajamos en él, nuestra habilidad para planificar y gestionar el rendimiento es fundamental para el éxito en cualquier proceso de cambio. Por esta razón, al principio de cada año fiscal debemos llegar a un acuerdo claro con cada uno de los miembros de nuestro equipo sobre los resultados finales que se esperan, los objetivos que deben cumplirse y su coordinación con las metas generales de la empresa.
Alcanzar estos objetivos será más fácil si tenemos presentes unas cuantas directrices básicas. Así, dado que está demostrado que la mayoría de las personas quieren saber cómo contribuye su trabajo a los resultados de la empresa, debemos tratar de que todos los miembros del equipo participen y conozcan los cauces y el alcance de su contribución.
También debe proporcionarse variedad en las tareas, autonomía y equilibrio entre trabajo individual y en equipo, además de garantizar y fomentar la colaboración entre los diferentes puestos de trabajo.
Los métodos para medir el progreso deben estar bien definidos y ser comprendidos por todos, especialmente cuando lo que se mide tiene implicaciones interdepartamentales.
Al definir o ajustar los objetivos del rendimiento, lo fundamental es que sean específicos, mensurables, alcanzables, relevantes para la estrategia organizacional y con plazos concretos para su ejecución. Adicionalmente, se deben crear oportunidades de formación y fijar los objetivos del desarrollo profesional.
Fuente: Libro “La verdad sobre la gestión del cambio” por William S. Kane