Cómo motivar y enseñar a estudiar
El estudio diario de los hijos requiere motivación habitual por parte de los padres. Una de las mejores motivaciones para el estudio es saber estudiar. El estudiante que sabe estudiar entiende lo que estudia, sabe captar lo esencial de cada tema y es capaz de expresarlo de forma sintética; convierte el contenido de cada libro en una serie de respuestas para las preguntas que formula previamente. Este estudio activo, reflexivo, dialogado, está lleno de retos y de descubrimientos personales.
Es, además, un estudio con rendimiento, con buenos resultados en relación con el tiempo empleado. Todo ello es estimulante para quien lo realiza. Por el contrario, el estudiante que no sabe estudiar aprende de forma memorística (recordar y repetir lo estudiado de modo literal y sin comprenderlo). Además, estudia de una forma pasiva (no subraya, no hace preguntas, no consulta el diccionario, no hace esquemas…). En estas condiciones no obtiene rendimiento del tiempo empleado y el estudio se convierte en una tarea mecánica, sin sentido, y, por lo tanto, nada gratificante.
Enseñar a estudiar a los hijos es enseñarles a leer de modo comprensivo los temas que estudian, de forma que se enteren de lo que allí se dice. Para ello es útil hacerles preguntas de comprensión de lo leído (y no simplemente de recuerdo de los datos). La lectura comprensiva se facilita mejorando el vocabulario de quien lee. De ahí la conveniencia de fomentar en los hijos el uso del diccionario como recurso en el estudio habitual, y de enseñarles a manejarlo correctamente.
Es fundamental también enseñar a los hijos a encontrar la idea principal de cada párrafo y a subrayarla correctamente. Las ideas subrayadas serán la base para que los hijos elaboren un esquema de cada tema estudiado. La técnica del esquema sirve para todo tipo de asignaturas. Su elaboración hace de cada tema una sesión de estudio activo y reflexivo.
Los esquemas son, además, muy útiles para el estudio de repaso, porque centran en lo fundamental y en muy poco tiempo. También son una ayuda importante en el momento del examen, en cuanto favorecen el recuerdo de las ideas y la relación entre las mismas.
En cuanto al método de enseñar a estudiar, es aconsejable recurrir más a la práctica que a la teoría (por ejemplo, enseñar a subrayar, subrayando el tema del día). También conviene no imponer una determinada forma de estudiar, adaptándose, en cambio, al estilo de cada hijo. Aun cuando la enseñanza de éstas y de otras técnicas de estudio corresponde también a los profesores (enseñar es enseñar a aprender), la orientación de los padres es un complemento necesario, sobre todo porque las sesiones de estudio personal y la realización de los deberes escolares suele hacerse en el hogar.
En el momento en el que surgen las dudas y las dificultades quienes están presentes son los padres, y no los profesores. Y todo ello, sin olvidar que esta orientación del estudio es ocasión para el trato personal entre padres e hijos y para el logro de objetivos relacionados con la educación de la inteligencia y con la educación de la voluntad. Pero los padres no deben orientar en todo. A veces la mejor ayuda será aconsejar al hijo que comente el problema surgido con un profesor, con un hermano mayor o con un amigo.
Los padres que estimulan a sus hijos en el trabajo de estudiar valoran más el esfuerzo que los resultados obtenidos: – Prefieren alabar lo que los hijos hacen bien que criticar lo que hacen mal; – exigen de forma realista y comprensiva (de acuerdo con la capacidad de cada hijo y sin hacer comparaciones entre los hermanos); – evitan las ayudas innecesarias; – saben aconsejar sin imponer su punto de vista; – premian en ocasiones (y no sólo materialmente) el trabajo bien realizado.
Uno de los factores que más estimulan a los hijos es la preocupación habitual de sus padres por este tema (siempre que no sea excesiva y que no se convierta en una obsesión por las calificaciones escolares). Es motivador para los hijos que sus padres hablen periódicamente con los profesores y tutores, con el fin de intercambiar información sobre lo observado en casa y en el centro educativo.
También para establecer criterios y objetivos de mutuo acuerdo.
Para los hijos es estimulante el ejemplo de los padres que leen y estudian; el esfuerzo de los padres para que en casa exista ambiente de estudio; la ayuda de los padres con respecto a las dificultades que surgen en el estudio diario.
Fuente: aplicaciones.info