Educación ambiental
No cabe duda de que vivimos en uno de los momentos más extraordinarios del planeta: la gran cantidad de conocimientos, inventos o acceso a la información, parecen increíbles para aquellos que nacieron apenas una o dos generaciones atrás.
Es como si la Tierra estuviera viviendo en un enorme vértigo, que cada vez se mueve con mayor velocidad, sin que nosotros nos demos cuenta de lo que realmente está sucediendo.
Esta gran velocidad es fascinante, emocionante, las distracciones son infinitas… los medios electrónicos se encargan de informamos de lo que sucede, estamos enterados de todos los últimos sucesos, en el mundo y hemos ya casi alcanzado el rango; de super-humanos. Pero todo esto tiene un precio… todo tiene un costo… y no únicamente un costo económico, sino un costo planetario, energético, ambiental…
Hablamos de conciencia ambiental, pero si analizamos cuánta conciencia ambiental tenemos, nos daremos cuenta que ésta es bastante limitada, no porque nosotros así lo queramos, sino simplemente por el mecanismo de la mente humana: si tuviéramos una conciencia real de la actual situación ambiental no podríamos soportarlo, pues nos causaría una sensación de impotencia y de depresión saber la profunda degradación que está sufriendo la Tierra, y damos cuenta que esto nos está llevando a una situación insostenible.
Así, la mente tiene mecanismos de defensa y de protección que nos permiten soportar la situación y seguir viviendo sin Mayor preocupación. Pero también es la causa de nuestra propia destrucción, ¡cuidado!
Presenciamos una situación especial: por un lado un deterioro ambiental creciente y por otro, acciones que están comenzando a dar signos de esperanza de lograr la restauración ambiental.