Madurez sexual
Entendiendo que la capacidad sexual es mucho más amplia que la posibilidad de tener hijos, la madurez sexual en este sentido es algo que no se adquiere de la noche a la mañana, por un mero cambio fisiológico, sino que se va moldeando a lo largo de toda la vida. Siempre nos queda algo que aprender o una nueva sensación que experimentar. Podemos ir viendo cómo la relación sexual puede ir pareja a un profundo sentimiento de cercanía o ternura, y cómo entonces nos deja más satisfechos.
El objetivo es aprender siempre, ya que una relación sexual pierde su atractivo cuando se convierte en rutina (algo meramente mecánico que se sabe cómo empieza y cómo termina). Madurar no es solamente aprender «técnicas» o posturas, como quien aprende recetas de cocina, sino quitarnos tabúes, miedos, vergüenzas, saber que no hay nada de perverso ni anormal siempre que sea una forma de expresión sincera, agradable y deseado por los dos miembros de la pareja.
Madurar es también quitar de nuestra vida los mitos y los tópicos, la idea de que lo mejor es esto o lo otro, y funcionar con lo que sea bueno para las dos personas. Por ejemplo, la obsesión por el orgasmo simultáneo puede hacer que una pareja no disfrute y se frustre si, como es normal, las dos personas tienen ritmos distintos. Se trataría, más bien, de disfrutar espontáneamente en este proceso de recibir y proporcionar sensaciones.
Madurar sexualmente es también, sobre todo en el caso de los hombres, olvidarse de la preocupación por su potencia sexual y empezar a pensar que lo más satisfactorio para la pareja es probablemente que se manifiesten como son, que sean capaces de valorar la importancia del cariño y la ternura en la relación, mucho más que «sean muy machos» o que «tengan siempre ganas», que son cosas que no sólo no tienen importancia, sino que pueden llegar a resultar un agobio para la mujer.
Madurar es descubrir que la piel es el principal órgano sexual, y que todo el cuerpo es capaz de sentir, expresarse y gozar. Cada persona puede tener una sensibilidad sorprendente en cualquier parte de su cuerpo. Por eso es muy importante que la persona se sienta lo suficientemente libre para explorar su propio cuerpo y el de la otra persona, para acariciar sin límites y experimentar nuevas sensaciones e inventar la relación cada día. La caricia no es sólo una realidad física, sino psíquica y emocional. Se trata de que la caricia exprese la emoción y el sentimiento que en ese momento vivimos.
Para madurar, pues, es imprescindible que hombres y mujeres nos conozcamos bien a nosotros mismos, que sepamos cuáles son nuestras preferencias y seamos capaces de hablar de ellas con nuestras parejas, si las tenemos.
Madurar es ir aprendiendo y descubriendo nuevas facetas cada día. Y las personas mayores, ¿qué?
La vida sexual no termina nunca, porque seguimos siendo sexuados durante toda la vida.
La sexualidad tiene diferentes manifestaciones: no se expresa igual en la infancia, en la adolescencia, en la edad adulta o en la vejez. En este período suele disminuir la frecuencia de las relaciones coitales (esto no ocurre de repente, sino gradualmente). Sin embargo, aparece cierta dificultad en la consecución del orgasmo, y posibles molestias vaginales durante el coito. Se deberá dar más importancia al afecto, la ternura, la comunicación, que también son aspectos de la sexualidad.
Por ello no puede decirse que se termina o disminuye la vida sexual, sino, en todo caso, que cambia. El contacto piel a piel, las caricias… y, en algunos casos, las relaciones coitales, siguen teniendo gran importancia en la vejez. Incluso puede haber nuevos enamoramientos y grandes deseos de mantener o reencontrar a la pareja sexual.
Fuente: Instituto Asturiano de la juventud