Presión de la luz
Cuando una onda luminosa incide sobre un cuerpo, le transmite una cierta energía o, como se dice en física, una cierta cantidad de movimiento, ejerciendo así una presión. En astronomía este fenómeno tiene su contundente demostración en las colas de los cometas que, como es sabido, están compuestas de diminutas partículas de polvo y de gas.
La presión de la radiación del Sol tiene su máximo efecto sobre las partículas de dimensiones correspondientes a la longitud de onda de la propia luz, es decir, sobre los granos de polvo con un diámetro de algunas micras (micras = millonésimas de milímetro).
El efecto de la presión de la luz sobre las colas cometarias explica el fenómeno por el cual, en la proximidad del Sol, las propias colas se disponen en dirección antisolar en lugar de dirigirlas hacia el propio Sol, como se esperaría si la única fuerza que actuase fuera la de atracción de nuestra estrella. En cambio, en este caso, la presión ejercida por la luz vence la fuerza de atracción solar.
Una aplicación astronáutica de la presión de la luz está dada por la astronave a vela solar. Se trata de un verdadero velero cósmico que se mueve en el espacio no en virtud del empuje de un motor a cohetes, sino al de la luz.