Imperio austro-húngaro
A lo largo del siglo Austria se enfrenta a dos problemas que marcarán su desarrollo: por un lado su intervención en las unificaciones italiana y alemana se saldan con derrotas, con lo que pierde posesiones en Italia y cede ante Prusia la iniciativa en el proceso de unificación. Por otro la propia composición del Imperio, fragmentado, caracterizado por la diversidad y sin una postura nacional.
El monarca austriaco, Francisco José I, impondrá un régimen autocrático característico del Antiguo Régimen. Contaba con el apoyo de una parte de la aristocracia, que veía en la monarquía reinante de los Habsburgo una manera de evitar la aparición de movimientos sociales radicales. Las derrotas contra Italia (1859) y Prusia (1866) fueron un golpe para Austria. Prusia se muestra como un estado poderoso que encabeza la unificación alemana con la creación de la Confederación de Alemania del Norte.
Estos signos de debilidad austriaca obligan al monarca a realizar concesiones a las distintas nacionalidades, buscando especialmente un entendimiento con Hungría, aunque esto chocase con su política centralizadora. El Compromiso de junio de 1867 recogió los intereses de las dos nacionalidades más fuertes: Austria (de mayoría alemana) y Hungría (magiar).
Se crea así el Imperio austro-húngaro, también conocido como la Monarquía Dual, forma de unión que presentaba en común un monarca (era emperador de Austria y rey de Hungría), un mismo ejército y tres ministros compartidos (Relaciones Exteriores, Guerra y Hacienda).
Esto iba acompañado de acuerdos monetarios, aduaneros y comerciales, pero al mismo tiempo se trataba de dos estados independientes con su propia organización y gobierno. Este reconocimiento de Hungría fomentó las demandas de otros movimientos nacionalistas dentro del Imperio que chocaron con el inmovilismo centralista de austriacos y húngaros.
Las dos partes del Imperio evolucionaron de manera diferente. La mitad austriaca se caracterizó por el centralismo y la lucha de la mayoría germana contra las solicitudes de las distintas nacionalidades. Se mantuvo durante mucho tiempo un sufragio censitario en el que sólo votaban algunos grandes propietarios, incluso el emperador podía disponer de poderes especiales que le eximían del Parlamento.
La parte húngara pretendía el predominio magiar sometiendo con dureza a las otras nacionalidades. Su principal problema fue la relación con los pueblos eslavos y su deseo de crear una unión de todos los pueblos «eslavos del sur».
A lo largo del gobierno de la Monarquía Dual se produjo cierto desarrollo económico vinculado, como en otros lugares de Europa, a la construcción del ferrocarril, creación de un mercado interno y el desarrollo de las actividades financieras. Se concentró mayormente en la parte occidental del Imperio, con Viena como eje claro, aunque fue de una intensidad mucho menor a la de los países occidentales.
Aun así, a finales de siglo la situación en Austria-Hungría era compleja. Los problemas nacionalistas pervivían y tampoco fraguaron los procesos de liberalización política que habían triunfado en occidente. En muchos casos era únicamente el prestigio del propio emperador el que mantenía la estabilidad. Es evidente que quedaban muchos problemas sin resolver, a los que se añadirían otros nuevos: las pérdidas territoriales en Italia o la fortaleza del Imperio alemán volcarán sus intereses en los Balcanes, intentando aprovechar la debilidad del Imperio turco y generando nuevos focos de tensión.