La ética
Este pensador dice que la ética se ocupa de definir el bien del hombre, lo que es bueno para cada uno.
De esta manera, el ser humano actúa y cada uno de sus actos persiguen un fin; ese conjunto de fines se dirigen al logro de un fin a sí mismo, considerado como EL BIEN SUPREMO.
Según Aristóteles, la felicidad del ser humano guarda una relación intrínseca con el bien propio y exclusivo del ser humano.
Pero, ¿en qué consiste dicho bien? A la hora de responder a esta pregunta debemos atender a las características de la naturaleza humana.
El bien propio del ser humano guarda una relación esencial con dicha naturaleza. ¿Por qué? Porque las facultades propiamente humanas se pueden deducir de la misma.
Las facultades propiamente humanas son muchas. Ahora bien, algunas de estas —comer, correr, recordar— nos son comunes con individuos de otras especies —el perro, la cebra, etc.—.
Por el contrario, otras —pensar, amar o querer— son propias y exclusivas de los seres humanos. ¿Y cuáles son estas? Las que poseen la totalidad de los seres humanos y solo los seres humanos.
Por tanto, a la hora de determinar el bien propio de los seres humanos, tendremos que atender preferentemente a estas.
En consecuencia, concluirá Aristóteles, el bien propio y la auténtica felicidad de los seres humanos dependerá del ejercicio correcto de dichas facultades.