Emancipación de los siervos
Pervivía en Rusia la servidumbre, en la que los siervos eran propiedad de un señor y realizaban un trabajo no remunerado. En 1861 se produce la emancipación de los siervos. La liberación va acompañada de la cesión de tierras para explotar de forma colectiva en las aldeas, aunque, a cambio, los terratenientes recibirían dinero por ellas para compensar su pérdida y la de los derechos (los campesinos debían efectuar pagos al Estado durante 49 años para compensar las indemnizaciones ofrecidas a los nobles). Su situación no mejoró, pasando de depender de los nobles a hacerlo del Estado.
Estas iniciativas no fueron populares, los radicales las consideraban escasas y los sectores más conservadores veían con temor esta imitación de los modelos occidentales. En estos momentos muchos socialistas ven en Rusia la posibilidad del triunfo de la revolución que había fracasado en otros países occidentales. Algunos aspectos como la escasa importancia de la burguesía o la propiedad colectiva de la tierra eran interpretados por grupos marxistas como elementos favorables al triunfo de la revolución socialista. Por otra parte, Bakunin apostaba por tendencias más radicales, como el terrorismo contra el zar. La situación se complica todavía más cuando el zar se tuvo que enfrentar a las críticas de la opinión pública internacional debido a la represión con la que castigó la sublevación polaca de 1863.
Con el asesinato de Alejandro II finalizó este intento de modernizar Rusia. El zarismo se hizo fuerte y se inicio una intensa represión que dejarán al Imperio en una situación peculiar respecto a Europa. Los zares Alejandro III y Nicolás II se alejan de cualquier tipo de reformismo político cosechando errores políticos y concentrando claramente en ellos el poder.