Japón del aislamiento a la occidentalización
En 1603 se establecía en Japón el gobierno del shogunato del clan de los Tokugawa. En la práctica supuso la implantación de un régimen prácticamente feudal y aislacionista. Hasta bien entrado el siglo xix Japón permaneció aislado, rechazando las posibilidades de entablar las relaciones comerciales que rusos, americanos o ingleses deseaban.
La expansión noteamericana por el Pacífico valoró que Japón era un mercado interesante, pero estas expectativas comerciales chocaban con la política de aislamiento. Será esta situación la que provoque la caída del shogunato cuando en 1853 el oficial de marina estadounidense, Matthew Perry, consigue mediante la amenaza de la fuerza naval ciertas concesiones comerciales para los americanos que luego se extenderán a otros países.
Esto fue interpretado como una debilidad del shogun de los Tokugawa, desencadenándose luchas internas entre los defensores del shogunato y clanes que pretenden reponer el poder imperial. Es así como alcanzará el poder el príncipe Mutsuhito, encargado de abolir el régimen del shogunato, ocupado por la familia Tokugawa, y de restablecer el poder imperial en Japón.
La transformación fue profunda y acelerada, manifestándose como una convivencia entre tradición y modernización. Pese a la oposición a la penetración de la influencia occidental por parte de muchos sectores de la población, los acontecimientos habían mostrado que era necesaria una modernización de Japón precisamente para preservarlo de la avasalladora influencia de Occidente.
Se consolidan derechos y libertades individuales, aparición de partidos políticos, se occidentaliza el código penal y se establece la libertad de prensa. De todos modos el emperador conservaba poderes para realizar enmiendas y los ministros respondían ante él. Como en Prusia hay diferencia entre lo dicho en la Constitución y la situación real. La modernización para transformar Japón en un país industrial va a realizarse «desde arriba». El propio estado promueve el desarrollo enviando expertos a Europa, formando a los jóvenes con técnicos europeos y creando escuelas para popularizar la educación.
El crecimiento económico y demográfico (pasó de 27 millones de habitantes en 1852, a 52 millones en 1914), la necesidad de encontrar materias primas y un ejército modernizado planteó las necesidades de expansión. Como ocurrió con las grandes potencias europeas el desarrollo y modernización se traducen en deseos de expansión, lo que le llevó a enfrentamientos con China y Rusia, saldados con victorias que llevaron a aumentar sus posesiones.