Características generales en el siglo XI
Unos años después de la muerte de Cook, acaecida durante su tercer viaje, un grupo de caballeros londinenses, movidos por una común curiosidad por la ciencia, fundaron la African Association, cuya finalidad era el estudio del África central, y que más tarde se convertiría en la Real Sociedad Geográfica.
La African Association se interesó, en primer lugar, por África occidental. Mungo Park, un joven médico escocés, murió cuando exploraba el curso del río Níger. Pero hasta el año 1830, los hermanos John y Richard Lander no confirmaron que el río Níger era navegable y suponía una potencial ruta interior, tanto para ser utilizada con fines comerciales como para llevar a cabo posibles acciones para erradicar la esclavitud. Heinrich Barth fue el único superviviente de la expedición que en 1849 patrocinó la Asociación Contra la Esclavitud. Barth recorrió 16.000 kilómetros a través del Sahara, desde Trípoli al lago Chad, y descendió el Níger. Además, escribió una de las fuentes de información de mayor riqueza documental sobre la geografía de la región.
En 1856, Richard Burton y John Hanning Speke partieron en un viaje para explorar el lago Tanganica. Cuando regresaba Speke, descubrió el lago Victoria y supuso, acertadamente, que se trataba de la fuente del Nilo. Esta idea fue corroborada durante una segunda expedición que tuvo lugar entre 1859 y 1862. Por otro lado, Samuel Baker y su esposa Florence descubrieron otro de los lagos del Rift Valley, que llamaron lago Alberto (Albert Nyanza), y las grandiosas cataratas Murchison.
En África del Sur, el más famoso de los exploradores victorianos fue el misionero escocés David Livingstone, quien destacó por haber cruzado un territorio del que no existían mapas como era el desierto de Kalahari, y por haber cartografiado la mayor parte de una extensa área que se extiende desde Angola hasta la desembocadura del Zambeze, en Mozambique. También exploró las fuentes del Nilo y el lago Tanganica.
En 1874, Henry Morton Stanley emprendió uno de los más ambiciosos y largos viajes por tierra a través de África, completando los descubrimientos que habían hecho sus predecesores. Navegó por el lago Tanganica, consiguiendo demostrar que no estaba unido al Nilo, y descendió por el río Congo hasta el mar en un viaje durísimo que duró 999 días y que costó la vida a 242 de los hombres de Stanley.
Más tarde, entró al servicio del rey Leopoldo II de Bélgica y se convirtió en uno de los principales artífices del reparto de África, sentando las bases de la sistemática colonización de África por las potencias europeas.
En 1818, el Almirantazgo británico decidió reanudar la búsqueda del tan deseado paso del Noroeste a través del archipiélago canadiense, que desde el siglo XVI buscaban los navegantes ingleses. En 1845 la Armada Real organizó la que sería la más ambiciosa de sus expediciones, con dos embarcaciones para navegar por aguas polares, la Erebus y la Terror, que acababan de regresar de una expedición antártica comandada por James Clark Ross. Los barcos, en esta ocasión al mando de John Franklin, fueron a la búsqueda del anhelado paso.
Pasaron años sin que se tuvieran noticias de la expedición, aunque se organizaron hasta cuarenta expediciones de búsqueda que, finalmente, confirmaron la muerte de Franklin y de sus 137 acompañantes y contribuyeron decisivamente a encontrar el paso del Noroeste y a completar muchos de los espacios en blanco de los mapas de las islas y canales helados de la región.
En el otro extremo del mundo, los exploradores australianos buscaban algún mar interior o lago para acabar con los problemas de sequía en el país. Fue el criador de ovejas Edward Eyre quien, adentrándose en las tierras del interior, descubrió el intermitente lago de agua salada que en la actualidad lleva su nombre. El científico alemán Ludwig Leichhardt exploró las tierras del norte de Australia, pero murió en 1848 cuando intentaba cruzar el territorio de este a oeste.
Mientras tanto, Charles Sturt y, más tarde, John Stuart, penetraron, desde las colonias del sur, en los más inhóspitos territorios del interior. Entre 1860 y 1861 Stuart lo cruzó casi completamente en dos ocasiones; partió de la ciudad de Adelaida, atravesó las polvorientas y despobladas tierras interiores y llegó al Territorio del Norte. En 1862 consiguió recorrer 3.250 kilómetros, con la ayuda de caballos y camellos. Regresó entonces a Adelaida, al mismo tiempo que llegaban a la ciudad los cuerpos sin vida de Robert O’Hara Burke y William Wills. Éstos habían partido de la ciudad de Melbourne para realizar un ambicioso viaje que pretendía seguir la pista de Stuart por tierras de Australia, pero, al no poder llegar a la costa norte, decidieron regresar y a mitad del camino murieron de sed y hambre en Cooper Creek.
Más tarde, otros exploradores, a menudo con la ayuda de los aborígenes australianos que durante miles de años habían recorrido el territorio, cartografiaron las inmensas regiones que aún no habían sido trazadas. Entre ellos estaban los hermanos Gregory, que se ocuparon del Territorio del Norte; Alexander Forrest, que exploró el oeste de Australia; Ernest Giles, que fue el primer europeo que llegó a Ayers Rock (Uluru) en 1872; y los exploradores Gibson y Simpson, que descubrieron los desiertos que llevan sus nombres.
La medición trigonométrica de la India probablemente fue la más importante empresa geográfica que tuvo lugar durante el siglo XIX. Tuvo su origen en una serie de estudios independientes que empezaron en 1767, pero que no se plasmó en un único proyecto nacional hasta 1883. La exhaustiva medición topográfica empezó en 1800 y duró 70 años.
En ella participaron equipos de agrimensores (topógrafos) que midieron cada palmo del subcontinente con cadenas métricas, triangulaciones y teodolitos. La medición se empezó en Madrás, en la costa este, extendiéndose en abanico hacia el norte y el sur, llegando, finalmente, hasta el Himalaya. La operación fue dirigida por George Everest y su sucesor, Thomas Montgomerie.
No obstante, para los británicos que exploraban la India los más misteriosos y prometedores lugares eran los que se encontraban al norte del Himalaya. Sin embargo, no se organizó ni una sola expedición para explorar el corazón del Asia central, aunque, durante siglos, valerosos personajes se habían adentrado en las desconocidas regiones interiores, a veces disfrazados de comerciantes musulmanes, siendo algunos de ellos asesinados por las tribus indígenas o por recelosos gobernantes.
Muchos de ellos eran oficiales del ejército que realizaban misiones de espionaje para su país, en la carrera que habían emprendido Gran Bretaña y Rusia para hacerse con el control de Asia central y de las tierras colindantes. Los rusos también enviaron osados exploradores como C.P.P. Semenov, que fue a las montañas Tien Shan, o el conde Nikolái Przhevasky. Por su parte, la Real Sociedad Geográfica británica rindió homenaje a muchos de sus exploradores, algunos tan importantes como Henry Haversham Godwin-Austen, en cuyo honor se nombró la segunda montaña más alta del mundo conocida también como K2; George Hayward, por la labor realizada en la cordillera de
Karakoram; y Ney Elias, por su trabajo en China y Turkestán.
Pero quizá los exploradores más intrépidos fueron los pundits, los medidores hindúes especialmente adiestrados por Montgomerie para dar exactamente dos mil pasos por milla. Estos expertos medidores se adentraron en el Tíbet disfrazados de peregrinos budistas y, equipados con equipos de medición escondidos en las fundas de los libros de rezos, trazaron secretamente los mapas de los alrededores de Lhasa, arriesgando sus vidas. Puso fin a esta etapa la gran expedición de Francis Younghusband, que marchó sobre Lhasa entre 1903 y 1904 al no conseguir resolver el conflicto por vía diplomática, y que finalmente desembocó en una batalla en la que murieron muchos tibetanos.
El ambicioso explorador Sven Hedin y el húngaro Aurel Stein realizaron memorables expediciones a Asia central, llevándose consigo muchas de las obras de arte que encontraron.
Una vez que se cartografió la costa norte de Norteamérica y Rusia, el más importante reto para los exploradores eran los polos, donde los noruegos y los americanos fueron los más destacados. Durante el siglo XIX las expediciones británicas del almirante William Edward Parry, en 1827, y del capitán George
Nares, en 1875-1876, se adentraron hasta 800 kilómetros en el polo. Pero las más notables expediciones fueron las realizadas por los noruegos. Fridtjof Nansen cruzó Groenlandia en 1888 y, después, se dejó arrastrar por las corrientes en su pequeña nave Fram a través del norte de Rusia, desde Siberia al Atlántico, entre 1893 y 1896. Pocos años después, Roald Amundsen, que fue el primero que llegó al polo sur, tardó 19 meses en atravesar el paso del Noroeste con una pequeña embarcación, la Gjöa, siendo el primero en conseguirlo.
Fuente: Apunte Historia del Arte del Siglo XVIII al Siglo XX de la U de Londres