Memorizar no es suficiente. La vieja pedagogía fue criticada con acierto por transmitir el contenido mediante clases magistrales, en forma de una serie de nociones abstractas y de reglas que debían memorizarse y reproducirse oralmente, por escrito o mediante determinadas acciones.
En muchas escuelas esto no ha cambiado. Muchos docentes aún enseñan de esta forma, sin prestar atención a las estrategias de aprendizaje (las herramientas y los procedimientos que un individuo utiliza para aprender). Un pequeño porcentaje de estudiantes (a los que generalmente se denomina como “brillantes” o “dotados”) aprenden bien con este método.
Sin embargo, la mayoría de los jóvenes y de los adultos necesitan oportunidades de aprendizaje más concretas, visualizables y experienciales, que resulten de la propia iniciativa y que sean prácticas y aplicables al mundo real. Muchos de estos alumnos suelen ser dejados de lado por el sistema educativo, y suelen ser etiquetados como “malos estudiantes”.
Afortunadamente, en muchos países y en diversos sistemas educativos ya es posible notar una tendencia hacia una mayor flexibilidad en lo que respecta a las iniciativas individuales de los docentes y de las comunidades educativas locales.
Es necesario que se produzca un cambio en cuanto al estatus y al papel funcional de los docentes. Los docentes de los tiempos modernos no deben fingir que lo saben todo; la función del docente consiste en plantear problemas y explorar junto a los alumnos diversas formas de resolverlos. O sea, se trata de un papel de consejero y de facilitador del aprendizaje.
El nuevo sistema educativo debe centrarse en el proceso de aprendizaje y en la forma de crear entornos y brindar herramientas que permitan a todos los alumnos convertirse en estudiantes exitosos y responsables. Fuente: Libro de las Tecnologías de la información y la comunicación en la enseñanza de la UNESCO.