Mito alimenticio sexto
La principal esperanza de desarrollo de un país atrasado consiste en exportar cultivos en que tenga ventajas «naturales» y emplear los ingresos que obtenga de esa manera para importar alimentos y bienes industriales.
Por mucho tiempo nos pareció natural que un país estuviese dedicado a un cultivo único: plátano en Honduras, café en Brasil, cacao en Ghana, azúcar en Cuba. Para un país subdesarrollado, el problema no parecía radicar en esa concentración en uno o dos cultivos de exportación, sino en la obtención de mejores precios para sus productos.
En realidad, no hay nada inevitable en esa concentración en unos cuantos cultivos, por lo general de escaso valor nutritivo. Los poderes coloniales que seleccionaron esos cultivos se basaron exclusivamente en el criterio de las ganancias en los mercados internacionales.
En esa misma tierra en donde ahora se cultiva cacao, café, caucho, té o azúcar podría producirse una increíble variedad de cultivos alimenticios como cereales,legumbre de alta proteína, verduras, frutas y tubérculos. La concentración en uno o dos cultivos tampoco representa ninguna ventaja.
Tal dependencia es fuente de vulnerabilidad tanto económica como política. Las enormes fluctuaciones de precios asociados a los cultivos tropicales, que a menudo se combinan con plantas de lenta maduración ( un árbol de café, por ejemplo necesita cinco años para madurar), hacen que la planeación para el desarrollo resulte una pesadilla.
Gente preocupada por estos problemas trata, frecuentemente de luchar contra el hambre bajo la bandera de una relación más justa de precios del intercambio para las exportaciones del Tercer Mundo. Citan ejemplos de cuánto más café o plátanos se necesitan hoy para comprar un tractor respecto a lo que se requería hace 20 años.
Destacan con acierto que el valor de las exportaciones agrícolas no ha mantenido el mismo ritmo que los precios crecientes de los bienes manufacturados importados. Incluso en el comercio agrícola, los países subdesarrollados resultan claros perdedores.
Aun cuando una parte de los ingresos de divisas se utiliza para importar alimentos, las importaciones no son generalmente de productos básicos, sino de artículos para atender las preferencias de las clases más acomodadas, casi exclusivamente urbanas.
El éxito de la agricultura de exportación puede ser causa adicional del deterioro de la situación de la población rural. Cuando los precios de un producto suben, los arrendatarios y los agricultores de subsistencia se ven en peligro de perder sus tierras, a medida que los grandes terratenientes amplían sus propiedades para aprovechar de los altos precios del producto.
Más aún, un aumento en el precio mundial puede disparar un proceso inflacionario que se traduzca en una reducción del ingreso real del trabajador de plantación o del productor campesino.
Los gobiernos, que dan prioridad a las exportaciones agrícolas son los que reprimen implacablemente los movimientos por redistribución de la tierra y por otras reformas sociales democráticas. El salario mínimo legal para los trabajadores agrícolas, por ejemplo, no se pone en vigencia, alegándose que ello restaría competitividad a las exportaciones.
Tales gobiernos declaran inafectables por la reforma agraria las tierras que producen para exportar y por lo mismo, reducen la producción alimentaría local a medida que los productores se desplazan a cultivos de exportación para no verse obligados a vender sus tierras.
Finalmente, las operaciones agrícolas orientadas a la exportación importan invariablemente tecnologías intensivas de capital, como fertilizantes químicos y pesticidas, tanto para optimizar los rendimientos como para lograr los patrones de belleza y las especificaciones de procesamiento del mercado extranjero.
Basar un sistema agrícola en tecnologías importadas contribuye a asegurar que lo que produzca se exportará, para pagar la cuenta de las importaciones. Es un círculo vicioso de dependencia. Comprometerse con la auto-dependencia alimentaria cerraría la brecha entre el ingreso y los servicios rurales y urbanos, haciendo del campo un lugar atractivo para vivir.