Mito alimenticio noveno
Las sociedades que han eliminado el hambre lo han hecho al precio de cancelar los derechos de la gente. Parece haber una estrecha relación entre la libertad y la liquidación del hambre.
Este mito paraliza a gente bien intencionada acaso más que cualquier otro. Plantea cuestiones críticas que es preciso enfrentar. Pero no podemos lograr una clara formulación de estas cuestiones mientras no corrijamos las múltiples distorsiones que el mito contiene. En primer lugar, implica que las sociedades que no llevan adelante cambios estructurales para acabar con el hambre poseen, al menos, mayor libertad.
Quizá la más básica de las libertades sea la de lograr seguridad para uno mismo y para los seres queridos, pero en muchos países en la actualidad la mayoría de los países del mundo, la vida es cada vez más insegura. En otras palabras, sin participación alguna en el control de los activos productivos de sus propios países, ¿cuánta libertad efectiva puede tener la gente?
En vez de una noción simplista que considera la posibilidad de que la libertad deba sacrificarse por eliminar el hambre, nos hallamos ante una situación muy compleja, cuajada de problemas difíciles de resolver.
Pero también encontramos motivos de Esperanza. Aunque ningún pueblo sobre la tierra posea ya una sociedad modelo, que funcione cabalmente, las necesidades individuales y las de la comunidad, tenemos mucho que aprender de los pueblos que están empeñados en el proceso de lograrlo.
Una lección que nos ofrece la historia es que cuando las personas se empeñan activamente en decidir cómo se deben usar los recursos, no solamente se benefician de ello, sino que además pude lograrse que la producción se incremente.
Una segunda lección se refiere a la necesidad de un sistema de planeación que se base en la comunidad pero cuyo alcance abarque a toda la sociedad. Se ha popularizado la idea de que la planeación está asociada a una forma de gobierno totalitaria, que opera de arriba a abajo.
Esta asociación simplista ignora dos hechos básicos. En una economía controlada en forma privada se supone que no existe planeación, pero ésta en realidad se lleva a cabo: la efectúan unos pocos, los que controlan los recursos productivos, y la practican para su propio beneficio. Sólo ese tipo de planeación, o la que imponga un gobierno autoritario, tiene que ser de arriba a abajo y la experiencia nos muestra que tal tipo de planeación no puede ser efectiva.
Una planeación social efectiva sólo puede organizarse a partir de la descentralización de la autoridad, de tal modo que cada región puede buscar las soluciones más apropiadas. La planeación efectiva no significa simplemente establecer cuotas, metas y tareas. Consiste en la organización de una estructura de comunicación, inteligente y flexible entre los cuerpos gubernamentales y las comunidades.