Proceso de creatividad
El desarrollo y aplicación de la creatividad parte de las tres capacidades funcionales de la mente, conforme se esquematizan a continuación:
Cada una de esas capacidades mentales cumple su particular propósito. El proceso del pensamiento creador establece claramente una secuencia de fases en las cuales intervienen las diferentes capacidades funcionales de la mente.
Análisis. (Memoria y capacidad razonadora). Es la fase para definir el problema o situación y a partir de esto obtener información, examinarla e incubarla en nuestra mente, ya que representa el principal insumo para el proceso creador que se dirige a establecer nuevas relaciones a partir de elementos que ya conoce y mantiene almacenados en la memoria.
Creativa. (Capacidad creativa). Es la fase encargada exclusivamente de producir ideas, la que se estimula en mayor grado mediante técnicas y prácticas apropiadas, algunas de las cuales estaremos tratando más adelante.
Evaluación. (Memoria y capacidad razonadora). Es la fase dirigida a examinar y evaluar las ideas producidas en la fase anterior, de manera que se elijan aquella o aquellas que mejor solucionen el problema o logren el propósito definido.
El proceso del pensamiento creador permite explicar la razón por la cual la mayoría de la gente no llega a producir ideas en cantidad y calidad, en virtud de que ella utiliza simultáneamente las capacidades razonadora y creativa., cuando deben tratarse como un proceso secuencial, es decir, llevar a cabo cada fase siguiendo el orden en que se describieron anteriormente, en lugar de un proceso simultáneo, como es costumbre entre la mayoría de las personas.
A fin de cultivar nuestra creatividad, del proceso anterior se deriva una práctica básica, comúnmente llamada juicio diferido, que consiste en utilizar exclusivamente la capacidad creadora cuando se van a producir ideas, dejando para después la aplicación de la capacidad razonadora, precisamente para evaluar las ideas y elegir las más apropiadas.
La práctica del juicio diferido consiste en los tres pasos siguientes:
1. Definir claramente el problema u objetivo, a fin de llegar a la causa del problema o bien a la razón que justifique el logro del objetivo planteado.
2. Producir ideas sin criticarlas ni evaluarlas, buscando en esta etapa la mayor cantidad, independientemente de su calidad.
3. Analizar y evaluar las ideas, teniendo como marco de referencia el problema planteado o el propósito definido.
La práctica del juicio diferido a nivel de grupo es lo que comúnmente se conoce como tormenta de ideas, que también es una práctica regular y que igualmente debe utilizar la Ingeniería de Servicios.
Fuente: Apuntes de Empresas computacionales del Instituto Tecnológico de Apizaco