Lluvia ácida
La atmósfera funciona como una gran piscina donde se llevan a cabo una serie de reacciones químicas a partir de las sustancias que se hallan en ella. La mayoría de los gases importantes, como el oxígeno, el bióxido de carbono, el nitrógeno y los compuestos de azufre, se liberan con la actividad de los organismos vivos.
Con ayuda del ciclo del agua pasan a través de la atmósfera y, finalmente, el agua superficial o la materia orgánica los retienen otra vez en el suelo. Debido a la tecnología, los seres humanos han agregado algunas de estas sustancias en grandes cantidades a la carga atmosférica, con consecuencias difíciles de prever tanto para la vida como para el ambiente.
En el caso de la lluvia ácida, las pruebas son contundentes. Esta lluvia consiste en una precipitación de partículas convertidas en sustancias ácidas por la contaminación del aire.
La preocupación por la lluvia ácida aumenta cada vez más en Europa y en Estados Unidos, donde se detectó desde 1960. A partir de entonces, han quedado manifiestos los efectos sobre lagos y corrientes, así como sobre sus poblaciones, y en los bosques, las aguas subterráneas, la corrosión de las construcciones hechas por el hombre y, recientemente, en la alteración de las aguas costeras.
Después de 20 años, ¿cuánto se han medido y confirmado los daños a los ecosistemas, a los lagos y a los bosques? , ¿qué se sabe sobre los procesos que producen la lluvia ácida y cuáles son sus efectos?, ¿qué implica el conocimiento para hacer esfuerzos de controlar las emisiones, principalmente de bióxido de azufre, de carbón y petróleo quemado por las plantas energéticas y los óxidos de nitrógeno de los vehículos de motor que causan lluvia ácida?