Abonado en el cultivo del apio
Para obtener una buena producción y de buena calidad, es conveniente que el suelo esté bien estercolado. En el caso de los invernaderos, el apio normalmente constituye un cultivo de relleno en la época invernal, por lo que no debe aportarse estiércol si ya se estercoló el cultivo anterior, aunque si el siguiente cultivo lo precisa, pueden aplicarse 3 kg/m2. Si no se aplica estiércol, es necesario aumentar el abonado nitrogenado y potásico, especialmente cuando los suelos sean ligeros.
En el último mes de desarrollo, antes de la recolección, el nitrógeno debe estar disponible en cantidad suficiente en el suelo. Además, el apio es una planta muy sensible al déficit de boro, azufre y magnesio.
En el abonado de fondo pueden aportarse, a título orientativo, alrededor de 50 g/m2 de abono complejo 8-15-15 y 15 g/m2 de sulfato de potasio. Si los resultados del análisis de suelo muestran bajos niveles de boro y/o magnesio, éstos pueden aplicarse a razón de 2 g/m2 de producto a base de boro y 10-15 g/m2 de sulfato de magnesio. Además es conveniente aportar unos 5 g/m2 de azufre, debido a su elevada sensibilidad a la carencia de este elemento.
Cuando el riego es por gravedad, pueden aplicarse 30 g/m2 de nitrato amónico en cobertera en 2 o 3 veces, con la última aportación un mes antes de la recolección.
El abono foliar aplicado una vez por semana suele dar buenos resultados, para los aportes de boro y magnesio y de calcio en caso de suelos pobres en este elemento.
En fertirrigación, es recomendable aportar microelementos en cada riego y la programación puede llevarse a cabo de la siguiente forma:
– Aplicar un abonado de fondo de 25 g/m2 de abono complejo 8-15-15, enterrado en el suelo.
– Tras la plantación, regar diariamente durante una semana sin abono.
En las dos semanas siguientes, regar tres veces por semana, aportando en cada riego:
– 0,20 g/m2 de nitrógeno (N).
– 0,10 g/m2 de anhídrido fosfórico (P2O5).
– 0,20 g/m2 de óxido de potasa (K2O).
Durante el mes siguiente, regar tres veces por semana, aportando en cada riego:
– 0,30 g/m2 de nitrógeno (N).
– 0,15 g/m2 de anhídrido fosfórico (P2O5).
– 0,20 g/m2 de óxido de potasa (K2O).
Al siguiente mes, regar tres veces por semana, aportando:
– 0,40 g/m2 de nitrógeno (N).
– 0,10 g/m2 de anhídrido fosfórico (P2O5).
– 0,30 g/m2 de óxido de potasa (K2O).
Al siguiente mes, regar tres veces por semana, aportando:
– 0,40 g/m2 de nitrógeno (N).
– 0,20 g/m2 de óxido de potasa (K2O).
En el caso de las variedades amarillas el abonado puede ser insuficiente, por ello para completar el desarrollo de la planta y darle un porte más erecto se aplican giberelinas a una concentración de 20 ppm; se aconseja que la planta presente de 50 a 60 cm de altura y que no se encuentre inducida a flor y acompañarlo con un fertilizante foliar, por ejemplo urea en una proporción de 200 g/100 l de agua.
Fuente: Biblioreca Técnica Servicios y Almácigos S.A. La serena chile.