Elección de variedades
La coliflor es una de las hortalizas que mayor sensibilidad presenta a los factores climáticos. Por ello, y dada la importancia que para la buena marcha del cultivo tienen las condiciones de iluminación, humedad y temperatura, se debe tener muy en cuenta elegir variedades de coliflor que estén bien adaptadas a la zona de cultivo y al mismo tiempo que respondan a las exigencias del mercado al que van dirigidas. Las distintas variedades pueden agruparse en tempranas, semitempranas y tardías.
Las variedades óptimas para cultivos tempranos deben ser precoces, resistentes a la subida a flor y rústicas. En estas variedades, la fecha de siembra tiene una gran importancia para el éxito o fracaso de la plantación. A medida que el ciclo se va alargando, la fecha de siembra va disminuyendo en importancia en cuanto a los resultados de la plantación. A título de ejemplo, se puede decir, que las fechas más apropiadas para la siembra de las variedades tempranas, en Andalucía, son los primeros días del mes de mayo.
Anticipando las siembras la precocidad es mayor, pero se corre el peligro de que la calidad de las pellas disminuya e incluso de que no se produzcan éstas. Las variedades tempranas corren el riesgo de que la pella adquiera un color verde. Para evitarlo, algunos agricultores cubren la pella con hojas de la misma mata, práctica que tiene el inconveniente de dificultar el tratamiento contra la rosquilla, plaga que produce ataques intensos en estos momentos.
Por otra parte, si la temperatura es elevada, esta operación no debe prolongarse más de ocho o diez días, pues las hojas se pudren rápidamente y pueden estropear las pellas. Las variedades semitempranas suelen ser resistentes al frío. Las hojas cubren muy bien a las pellas, las cuales son grandes, blancas, de grano fino y buena conservación. El porte es bastante elevado y el pie alto. Las variedades tardías se adaptan bien al cultivo en zonas frías. La planta es de porte medio y las hojas, largas y de color verde o azulado, cubren bien la pella.
Por regla general son de ciclos más largos, y, por lo tanto, permanecen más tiempo en el terreno de asiento. La pella puede hacerse bastante voluminosa, si no se recolecta en las primeras fases. Son de grano fino, blancas, compactas y de buena conservación.
Estas variedades no requieren tan imperiosamente el recubrimiento de las pellas con hojas, permitiendo una mayor insolación e iluminación, lo que, por otra parte, favorece la obtención de pellas duras, bien granadas y con un mejor aspecto para su venta en los mercados. La mayor parte de las variedades tardías son muy sensibles al encharcamiento, presentando, cuando se produce éste, síntomas de podredumbre de corazón.
Fuente: Ministerio de agricultura, pesca y alimentación.