Derecho a la Soberanía

Hace poco, un alto dirigente empresarial de los Estados Unidos dijo a periodistas mexicanos que la soberanía era un tonto invento del pasado pues con ella no comía ningún pobre en Latinoamérica.

Un mes atrás el presidente Bill Clinton había sostenido que, dadas las características del mundo globalizado, los Estados Unidos es en éste momento el único país imprescindible del planeta, es decir, que cualquiera de los demás podían desaparecer y no se notaría…

Hace cien años un predicador del país del norte (Beveridge), refiriéndose al pueblo estadounidense, decía «Dios nos ha convertido en los maestros organizadores del mundo para que establezcamos el orden ahí donde reina el caos, nos ha capacitado para gobernar y administrar a los países bárbaros y seniles»…

Para ellos: ¿qué significado tiene el término soberanía? No sabemos si incluso se lo planteen como un derecho, pero sin duda comprenden algo muy distinto a lo que planteaba Benito Juárez sobre el respeto al derecho ajeno.

Si aterrizamos las implicaciones actuales de lo nacional y lo extranjero, lo propio y lo ajeno y su relación con la soberanía, observaremos puntos de vista difusos y encontrados. La actuación de empresas económicas multinacionales en México, la capacidad para conectarnos por el satélite a cientos de canales televisivos o encontrar 10 marcas de un mismo producto en el supermercado ¿auxilia a fortalecer la soberanía del pueblo mexicano? ¿hasta dónde podemos decidir los mexicanos y las mexicanas sobre la economía a los medios de comunicación? Me temo que muchos podríamos contestar negativamente.

El significado más sencillo de la soberanía, y ya sea en un grupo, pueblo o nación, es gobernar efectivamente sobre el propio territorio y por la propia voluntad, de ahí que nuestra Constitución marque que la soberanía reside en el pueblo y que éste, es decir, todos y todas, le podamos dar al gobierno la forma que queramos; pero hay múltiples aristas cuando se problematiza un poco sobre tal definición.

Está, por una parte, lo planteado en los primeros párrafos: la visión de quienes considerándose con un papel histórico de guardián mundial se perciben como responsables de modificar formas de gobierno contrarias a lo que deben ser las naciones.

Haití, Cuba, Nicaragua, El Salvador, México, algunos de la veintena de naciones que les ha tocado durante este siglo soportar invasiones estadounidenses. También es este rango se encuentran los fenómenos neocoloniales de dominación económica e ideológica .La capacidad de decidir está en el más poderoso.

Pero lo relacionado con la soberanía no se agota en la participación de los extranjeros en otras naciones. En nuestro país los grupos indígenas se han planteado el derecho de gobernarse de acuerdo con su visión del mundo, es decir quieren ser soberanos y las autoridades mexicanas han puesto cortapisas a la autodeterminación de los pueblos indios porque a su juicio es un riesgo para el proyecto común y unitario de nación mexicana.

Pero… qué tipo de ciudadanos se necesitan para construir una nación, pueblo, estado o municipio soberano. Ciertamente con algunas capacidades que frecuentemente son ahogadas por la escuela, la familia y la iglesia: la participación, la criticidad, la autoestima pero sobre todo la posibilidad de saber vencer el miedo de saltar sin red, de innovar, de crear, confiando que las propias capacidades se multiplican cuando el arrojo propio se suma con el arrojo de otros.

En este sentido, la tarea educativa con niños y jóvenes quedará inconclusa si acaso se fomenta la vergüenza personal de no dejarse ante las injusticias e imposiciones y no se construyen personas capaces de construir un futuro de estatura verdaderamente humana.