Hogar como inicio de educación

Ni la escuela, ni la universidad, ni ningún otro centro educativo pueden sustituir la riqueza, potencialidad y versatilidad que proporciona la vida en familia. La educación académica (escuela, universidad, etc.) aporta los elementos técnicos y de cultura general, en términos de teorías, modelos y métodos, necesarios para el desempeño en el trabajo en nuestras organizaciones, y para múltiples orientaciones en la vida.

Otras instancias de la sociedad, como los medios de comunicación y el estado, actúan como complemento de peso importante en el proceso formativo de los futuros ciudadanos; pero es la dinámica de la vida familiar la que deja la huella – la impronta – gravada a presión, con caracteres indelebles, en los individuos, a través de mapas, modelos, actitudes y comportamientos observados y vivenciados, aprendidos y codificados a lo largo de la vida en familia.

Los padres son los maestros naturales por excelencia y el hogar es la escuela primal por naturaleza para formar personas funcionales, responsables de sí mismas, conscientes de sus necesidades y de las del otro (cuando la familia camina en forma sana y funcional), en las dos acepciones del término: como contexto natural y original y como el ambiente más fundamental y definitorio. Este rol no puede ser, pues, delegado a otros actores e instituciones; no está sujeto a outsourcing; le queda grande a las domesticas, a parientes cercanos, al estado, o a cualquier centro educativo.

El hogar representa el contexto primario donde las personas aprenden a ser efectivos; donde los futuros ciudadanos aprenden las competencias comunicacionales, perceptivas, cognitivas, emocionales, conductuales y organizacionales que los hacen productivos, exitosos y comprometidos. Es también en el hogar donde se aprenden los procesos esenciales para el desarrollo y el crecimiento como individuo y de la vida relacional. Esto es así porque la familia aporta más que instrucción; la familia aporta formación y educación; edifica valores fundamentales y forma el carácter de los individuos.

Educar es formar el carácter

Si concluimos que el principal objetivo de todo proceso educativo es el carácter, entonces, nadie mejor que la familia puede cumplir este rol educativo. Al respecto vale la pena mencionar la definición que utiliza Noab Webster sobre lo que es educación. En su diccionario original de 1628 establece que el proceso educativo debe contener como mínimo cuatro metas: “La educación comprende toda serie de instrucción y disciplina que intenta:

1) Instruir el entendimiento,
2) corregir el temperamento,
3) formar las maneras y hábitos de los niños, y
4) formarlos para ser útiles en situaciones futuras”.

¿Hasta dónde llega la participación de los padres en el proceso educativo de los padres?

Abarca además de la formación del carácter, valores y actitudes, una participación protagónica en el proceso de instrucción y aprendizaje para lograr una formación que le posibilite a sus hijos un desempeño eficaz en un oficio (aspectos académicos y vocacionales de sus hijos).

Aun cuando la escuela juega un rol estelar en este sentido, los padres necesitan involucrarse a fondo en el proceso. En relación con la escuela acota Gerver Torres, en su libro Un Sueño para Venezuela: “Los padres venezolanos (de todo el mundo, las cursivas son mías) tenemos que involucrarnos mucho más a fondo en la educación de nuestros hijos. La participación que tenemos hoy es muy pobre y limitada.

Fuente: educanet.edu.mx