Relación educador educando
Anteriormente surge con frecuencia la necesidad de determinadas actitudes por parte del docente como elemento imprescindible para lograr resultados satisfactorios. Toda persona que abraza la carrera docente tiene bien clara la importancia de su labor como colaborador imprescindible del proceso de crecimiento personal y preparación para la vida.
Rogers, indica que para ayudar a una persona a cambiar es imprescindible comprenderla y brindarle la seguridad de que es respetada y aceptada tal cual es. Un educador que enfrenta la realidad con mentalidad positiva y utiliza los conocimientos como herramientas para poner a los educandos en contacto con la vida, logra que éstos se motiven.
Si bien una gran cuota de responsabilidad corresponde al docente, debemos tener bien claro que el proceso educativo es un fenómeno social y colectivo, lo que implica que también existe una cuota de responsabilidad por parte de los padres, y fundamentalmente, del propio estudiante.
Cuando se trata de niños o jóvenes, los padres debemos ser conscientes que somos los primeros responsables de la educación de nuestros hijos, y buscar una comunicación fluida con los docentes para aunar esfuerzos en pro de la eficacia del proceso.
Difícilmente podrá orientarse adecuadamente una persona que recibe señales contradictorias respecto a lo que se espera de él o lo que se piensa es mejor para su realización como ser humano. Si existe madurez en la relación institución educativa – familia, la colaboración mutua favorecerá notablemente la transformación deseada para bien del estudiante.
Por su parte, los estudiantes deben tomar conciencia que el proceso educativo es bidireccional. Son los mejores críticos que pueden tener los docentes, quienes tenemos la obligación de escucharlos y valorar sus propuestas.
Este intercambio debe realizarse en un clima cordial por ambas partes, ya que solamente se obtienen frutos cuando se trabaja en un ambiente de tranquilidad y tolerancia mutua, benéfico para todos los involucrados en la tarea.
Si todos ponemos empeño, seguramente lograremos que la transformación y realización de los seres humanos, objetivo fundamental de la educación, constituya un encuentro cálido y auténtico entre todos los involucrados, que obtenga como resultado una verdadera mejora en la calidad de vida de los participantes y la totalidad de las personas directamente relacionadas a ellos.